Si tuviéramos que definir el Maresme, podríamos decir que es una comarca que reúne lo mejor de la tierra y el mar, con unos pueblos encantadores. Dicho esto lo difícil sería elegir cuáles son los pueblos con más encanto del Maresme. Toda elección implica dejar fuera de la misma ejemplos que también merecen la categoría. Sin menoscabo del resto hemos hecho una primera selección de pueblos con encanto del Maresme. Si alguien piensa en vivir en el Maresme, estos pueblos son una inmejorable elección.
Cinco pueblos con encanto del Maresme
Alella, 1.000 años de historia
Alella es muy conocido por dar nombre a una Denominación de Origen que produce muy buenos vinos. Pero Alella es mucho más que vino. Su historia incluye la ocupación romana, el arte románico, y la magníficas casa modernistas y de veraneo de finales del siglo XIX y principios del XX. Un paseo por el pueblo nos permite descubrir algunos jardines románticos bien conservados y muy desconocidos.
Cabrera de Mar, mar y montaña
Aunque Cabrera de Mar tiene dos kilómetros y medio de playa, su núcleo principal de población está en el interior a unos 2.500 metros del mar, en un pequeño valle entra las montañas de Burriac (donde se alza el espléndido castillo homónimo) y de Montcabrer. Sus alrededores están llenos de atractivos. Uno de los más destacados el Castell de Burriac. El yacimiento romano de Can Modolell, los hornos romanos de Ca l’Arnau o a la termas romanas de Ilturo (Ilturo es el nombre romano de la población) son otros lugares muy atractivos.
Es un pueblo muy tranquilo y muy agradable para visitar. Fue en la época medieval cuando empezaron a dibujarse sus primeras callejuelas alrededor de la iglesia, y así han llegado hasta la actualidad. Obviamente las casas han ido transformándose a lo largo de los siglos, pero el conjunto mantiene en general un aire antiguo, con notables testimonios de los siglos XVI y XVII como ventanas góticas o portales adovelados. En el municipio hay algunas masías que también vale la pena conocer como la de Can Bartomeu o la de Can Dalmasses.
Cabrils, gastronomía y relojes de sol
Cabrils es un pueblo acogedor, agradable y en el que se vive muy bien. Un paseo por el núcleo antiguo de Cabrils permite descubrir aquí y allá vestigios un patrimonio histórico repleto de huellas que nos transportarán a los orígenes medievales de la población. La población está llena de edificios singulares, empezando por la iglesia de la Santa Creu del siglo XVIII cuyo campanario del siglo XX es uno de sus símbolos, puesto que con su construcción Cabrils devino independiente de Vilassar de Dalt. En la calle del Castell tenemos el Hostal de la Plaça, una masía tradicional del siglo XVII que con el paso del tiempo se ha convertido en uno de los establecimientos gastronómicos más emblemáticos del Maresme.
Cabrils es también el pueblo de los relojes de sol. Cuenta con más de una veintena de piezas interesantes, un patrimonio astronómico, matemático e histórico que bien merece una visita. Los hay de los siglos XVIII y XIX como los de Can Carbonell o Can Grau.
Caldes d’Estrac (Caldetes), el atractivo de las aguas termales
Hablar de Caldes d’Estrac es hablar de aguas termales. Su propio topónimo procede de la época de los romanos que, conocedores de sus aguas, le llamaban Aquae Calidae. Las aguas han sido desde siempre uno de los grandes atractivos de esta población, y no solo para los romanos, también para los árabes. No es hasta 1820 que se empiezan a utilizar las aguas ade forma moderna. Se reforman los baños públicos y se convierten en un establecimiento de prestigio.
En el siglo XIX muchos burgueses acudían a Caldes d’Estrac para curar sus males. Muchos se construyeron sus casas de veraneo. Aquí se juntaban los “americanos” o “indianos” con políticos y literatos. Pasear por Caldes d’Estrac y perderse por sus paseos permite admirar y disfrutar de las antiguas mansiones burguesas, muchas modernistas o “noucentistes”, que conservan, todavía hoy, todo su esplendor. Muchas de estas mansiones fueron edificadas en primera linea de mar en el paseo marítimo que se conoce como Passeig dels Anglesos (Paseo de los Ingleses).
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Vilassar de Mar, “indianos”, mar y flores
Mar y flores son la mejor definición que podemos hacer de Vilassar de Mar. El mar magníficamente representado por su larga y cuidada playa y las flores por el Mercat de Flor i Planta Ornamental de Catalunya que se halla en el municipio. A ello hay que añadir el hecho que en Vilassar de Mar se conserva una importante muestra arquitectónica del legado que dejaron los indianos y que puede conocerse a través de la “Ruta dels Indianos”.
Vilassar de Mar vivió muy intensamente las olas migratorias a las américas de finales del siglo XIX. Se calcula que entre un 15 y un 20 por ciento de la población se embarcó hacia ultramar. Unos cuantos de aquellos vecinos regresaron y dejaron huella de su buena fortuna en las calles del pueblo. El recorrido de la “Ruta dels Indianos” permite conocer lo mejor de aquella época. Desde la Taberna L’Espinaler, la plaza del Ajuntament, la casas de la calle Sant Pau, Cal Pigat, Can Bisa, el Museu de la Marina o el Cementiri Municipal. También son interesantes las torres de defensa Can Mir, Can Rufau y la Torre d’en Nadal, el antic hostal y actual Museu Monjo, la calle dels Balcons, Can Bassa o el Museu de la Mina Vella, entre otras muchas atracciones.