Una vez libre de peajes la autopista C-32, los ayuntamientos del Maresme se plantean reconvertir la N-II en una vía urbana pacificada, en una vía para peatones en definitiva.
La idea es reducir el espacio para vehículos y agrandar la zona peatonal para que los vecinos pueda pasear tranquilamente.
El proyecto en el que están trabajando conjuntamente la Generalitat y los ayuntamientos de los pueblos costeros del Maresme es el de convertir la N-II en una gran avenida con jardines, carril bici y nuevas rotondas que facilitarán la conexión con la C-32, entendida a partir de ahora como vía rápida, mientras que la N-II dejará de ser considerada como una carretera.
La idea principal es conseguir que parte del tráfico que hasta ahora circulaba por la N-II para evitar peajes se dirija a la C-32, de forma que se puedan evitar los accidentes, la contaminación y los embotellamientos.
Según explicó el secretario general de Vicepresidència i Territori, Ricard Fon, en algunas poblaciones, en especial las del sur, la propuesta de integración será muy atrevida “con aceras más anchas, un carril de circulación por sentido, más transporte público y carril bici continuo”. En la parte más al norte la actuación irá más en la línea de pacificar el tráfico. Es allí donde aún hoy la circulación de la N-II supera a la C-32, situación que se prevé que va a cambiar una vez se consolide la nueva autopista sin peajes.
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La Generalitat se ha comprometido con los municipios a iniciar los trabajos, que no se prevén ni rápidos ni fáciles. Entre 2022 y 2026 la Generalitat tiene previsto invertir unos 120 millones de euros, si bien la mitad se destinarán a la construcción de seis nuevos enlaces con la autopista para derivar vehículos.
A partir de ahora, en todos los pueblos del Maresme el mar está más “cerca” todavía y la comunicación por vía rápida con Barcelona y Girona es gratuita.