Los vecinos de Alella conocen la historia de las campanas que desde 1840 dan las horas desde la torre de su iglesia. Más allá de esta población del Maresme la historia de estas campanas era desconocida. Los activistas culturales Guillem Roma y Josep Maria Contel la han hecho pública y, desde luego es una historia curiosa y sorprendente.
La historia de las campanas de Alella empieza en 1772, en Lima, la capital del Perú, donde Manuel d’Amat fue Virrey entre 1761 i 1776. Allí fueron fundidas por Joannes Espinosa y fueron trasladadas hasta el puerto de Barcelona donde llegaron en 1775. Las campanas se montaron en el reloj del palacio del Virrey Amat, en Gràcia, según consta en el dietario del barón de Maldà.
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En 1782 falleció el virrey y en 1791 la virreina. La intensa vida que desarrolló la virreina propició que el palacio (también el que tenían en la Rambla de Barcelona) fueran conocido como Palacio de la Virreina y no del Virrey, su difunto marido. Al no tener descendientes, uno de sus sobrinos decidió desprenderse de sus propiedades y venderlas. Fue entonces cuando el palacio ubicado en Gràcia fue desmantelado y se perdió la pista de las campanas. Sin embargo un vecino de Alella que servía en el mismo logró trasladar las campanas a su pueblo y que se instalaran en el campanario de la iglesia, según explica Jordi Prats, archivero de la parroquia de Sant Feliu d’Alella.
Las campanas fueron donadas al pueblo y, aunque estén instaladas en la parroquia, siguen perteneciendo al pueblo. Son conocidas como las “campanes de les hores” y en su momento significaron un gran cambio en el día a día de Alella, puesto que a los payeses que trabajaban en el campo les fue muy bien conocer en qué momento de la jornada estaban.
Que en Alella conocen la historia de sus campanas es una evidencia. Hasta se elabora un vino con DO Alella que se llama “Les campanes de Lima”, de La Bodegueta de Vilassar.
Ahora y gracias a Guillem Roma y Josep Maria Contel, los vecinos de Gràcia han podido conocer el paradero de las campanas y completar así la historia del desaparecido palacio. De éste tan solo queda parte del cuerpo de la masovería, en un edificio de las Germanes Dominiques de la Presentació, en la calle Sant Lluís, y unos medallones en los que aparecen representados los virreyes y que fueron incrustados en la fachada de la iglesia de Sant Sant Joan, que se construyó a la vez que la plaza de la Virreina en 1878